miércoles, 22 de julio de 2009

martes, 14 de julio de 2009

Tony! Tony! Tony! Huevo! Huevo! Huevo!


Hace mucho tiempo apareció en el parnaso pugilístico local una estrella fugaz, un suspiro en una canasta, un efímero luchador cuya estrella fue eclipsada tan rápido que apenas si se encuentran documentos que avalen su existencia.
Su nombre era Tony Garrido Gonzaga (por parte de madre). Nacido en Claypole, en el seno de una familia acomodada (acomodada en una pieza del fondo de la casa de sus abuelos) este auténtico valuarte del ring descubrió su naciente vocación mientras cursaba sus primeros estudios.
Ya en la escuela secundaria, Tony abandonó su sueño de Gasista Matriculado para dedicarse por entero al Box.
Empezaba así la carrera meteorítica de Mandíbula de hierro, El mentón de hormigón, La Pera de Claypole. Carrera que se vio suspendida por falta de público y por un golpe certero al diafragma que fue atendido de urgencia en la guardia del Dupuytrén. Consecuencia de aquella lesión fue un eructo sordo o escorbuto que lo marcara de por vida.
Luego vino la debacle, el ocaso del héroe. Muchos en su lugar se hubieran volcado a la ginebra, se hubieran volcado al whisky, se hubieran volcado a la Ferro Quina y hubieran volcado en una esquina. A Garrido le dio por la Rhodesia y el café con crema de Havanna.
Lo perdió todo: el fiat 1500 celeste, el departamento en Monte Hermoso, el rosario enchapado en oro, la campera de corderoy, todo. Todo iba de cabeza pa'l empeño. Llegó a asaltar un camión de la sodería La Trevisana en Santos Lugares. Eso fue tocar fondo.
Pero algo no había perdido. El amor de su vida. La mujer que había sido el sostén de su existencia. La que llegó a perdonarle su affaire con la vedette Yuyito González porque Garrido le confesó llorando: "Necesitaba un sostén más grande". Y lo perdonó.
Sí, hablamos de la abnegada Irma. Le decían la abnegada porque vivía en un barrio que se abnegaba cada vez que caían dos gotas. "La Irma" como la llamaba Tony. La mujer luchó contra viento y marea hasta que un verano le dijo: "Tony, a Necochea no me traés más".
Por Irma y por su pequeño retoño, Jonathan Francisco, Tony Garrido Gonzaga (por parte de madre) se recuperó de sus adicciones y volvió a su gran amor, volvió a los rings. Volvió, decimos, pero lo cierto es que nunca se fue. Dijo el ídolo en un reportaje de la revista Goles del año 87: "Y... yo siempre estuve en la lona".
Muchas cosas se cuentan en torno a la vida de este Coloso del ámbito local. Muchas son ciertas, muchas no se las pudieron probar nunca y salió por falta de mérito. Lo cierto señores es que Garrido nunca dejó de pelearle a la vida. Tal vez se cayó, tal vez le sonó la campana, tal vez pifió algún golpe, tal vez le entraron duro, tal vez se tropezó con lo cordones, tal vez se le aflojaron las muelas, tal vez le despeinaron las cejas, tal vez se le cayó alguna que otra silla del comedor, pero nunca dejó de pelearla.
Este el el sentido homenaje de este humilde (pero no por eso menor en excelencia que un Osvaldo Príncipi, pongamosle) profesional del medio a un pugilista que a pesar de las vicisitudes de la vida, siempre la peleó con la pera en alto. Tony Garrido Gonzaga.
Por lo menos, así lo escribo yo.

lunes, 13 de julio de 2009

Samurai


Tengo un amigo samurai que ha cumplido años hace poco.
El tiempo nos va gastando a todos, irremediablemente.
Feliz cumpleaños, Taroto.

sábado, 4 de julio de 2009

Ping Pong Masters #7Q


Accediendo a gentiles pedidos que encañonaran mi sien con argumentos calibre 44, he vuelto a revolver el viejo último cajón de la cocina y he aquí una carta más. Sabrá Dios dónde han ido a parar el resto de mazo. Algunas cosas es mejor perderlas que encontrarlas.